Beatles Bike

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miércoles, 23 de julio de 2014

Vivir en el gallinero


¿Sabéis cuál es el problema? Que las alambradas de esta granja las tenéis aquí en la cabeza explica la gallina Ginger en la película Chicken Run (Evasión en la granja). Hay un lugar ahí fuera, más allá, en la colina, al aire libre; hay árboles, hierba. ¿Os lo imagináis? Con hierba fresca y verde.


Pienso (para las gallinas el pienso es algo fundamental) que esas mismas alambradas se alzan altas en nuestras cabezas construyendo una barrera inalcanzable entre nosotros y la felicidad de andar en bicicleta. 

Lo ilustraré con algunos ejemplos:
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    1) Sudar en bici 

    El pasado sábado acudo al mercado en bici donde encuentro a unos conocidos. Me ven que me dirijo a la bicicleta y me dicen:  “Ahora a sudar”. Minutos antes estaba pensando en lo bien que había hecho en acudir este tórrido día de julio al mercado en bici, ya que me había ahorrado el calor que supone ir caminando. En resumen: trayecto de ida y vuelta sin una gota de sudor. Aparcamiento ampliamente disponible. Muy rápido o, mejor dicho, lentamente veloz.

Ver el fútbol provoca sudoración


-   2) El tráfico es peligroso

    Hace una semana en el camino al trabajo en bici, paro en un bar para tomar un café. Es fácil: me apeo de la bici junto al ventanuco en el que los bares actuales suelen servir a quienes fuman. No tengo que aparcar la bici. No tengo que candarla. La tengo al lado.  El propietario, amable, me pregunta sobre la obligatoriedad del casco, le explico que en ciudad es obligatorio para menores de 16 años y me recomienda que vaya con él. Asiento sin polemizar, es de noche (de madrugada) y lo llevo. Le indico que no lo llevaré después durante el día, pues prefiero la gorra.  Mira preocupado y me advierte de que es peligroso. En mi ruta de aquel día no me crucé con ningún coche, debido a la hora y a una combinación de calles tranquilas y carriles-bici (y un poco de suerte).

Busca rutas sin tráfico


-   3) Las bicis son caras

    Hace unos días, alguien me apunta que se va a comprar una bicicleta y que las encuentran muy  caras. No lo niego. Lo son. Además son un coste adicional si no llegas a prescindir del coche por tener una bici. Días antes había hecho un cálculo sobre la bici que me compré en noviembre: el ahorro en gasolina y en gimnasio hecho hasta junio ya equivalía al precio de compra de la bicicleta.




  A modo de conclusión
     
    Compro una silla de bebé para la bici. Para llevarla delante, entre mis brazos y el manillar. Probamos por primera vez. La pequeña acepta deportivamente llevar casco. Se sienta. Está emocionada. Arrancamos, suelta unas carcajadas de alegría. “Vamos, Papá”, me espeta. Quiere llevar el manillar “yo solita”. Iniciamos la marcha: “Papá, ¿cantamos?”. Nunca nos había pasado nada igual en el coche. Disfruto de estar con alguien que no ha vivido lo suficiente en el gallinero. 

Libre como un pájaro




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